miércoles, 27 de octubre de 2010

Oda a una estrella

Asomado a la noche en la terraza de un rascacielos altísimo
y amargo pude tocar la bóveda nocturna, y en un acto de
amor extraordinario me apoderé de una celeste estrella.
Negra estaba la noche y yo me deslizaba
por la calle con la esstrella robada en el bolsillo.
De cristal tembloroso parecía y era de pronto como si llevara
un paquete de hielo o una espada de arcángel en el cinto.
La guardé temeroso debajo de la cama para que no la descubriera nadie
pero su luz atravesó primero la lana del colchón, luego las tejas,
el techo de mi casa
Incómodos se hicieron para mí los más privados menesteres.
Siempre con esa luz de astral acetileno que palpitaba como si quisiera
regresar a la noche, yo no podía preocuparme de todos los deberes
y así fue que olvidé pagar mis cuentas y me quedé sin pan ní provisiones.
Mientras tanto, en la calle, se amotinaban transeuntes, mundananos
vendedores, atraidos sin duda por el fulgor insólito que veían salir
de mi ventana.
Entonces recogí otra vez mi estrella, con cuidado la envolví en mi pañuelo
y enmascarado entre la muchedumbre pude pasar sin ser reconocido.
Me dirigí al oeste, al río verde, que allí bajo los sauces es sereno.
Tomé la estrella de la noche fría y suavemente la eché sobre las aguas
y no me sorprendió que se alejara como un pez insoluble
moviendo en la noche del río su cuerpo de diamante.
(Pablo Neruda)

1 comentario:

  1. ay! si yo pillara una estrella !....no la dejaba en las aguas del rio transcurrir, la cuidaba para que siguiera a mi lado e iluminara mis noches y también mis dias.... Mil besos preciosa ! artur.

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Noche

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